Las Navidades en Marcús Casa Rural son, y siempre han sido, mágicas. ¡Acompáñanos!
Me quedé sentada en una bala de paja frente al granero.
Notaba el frío en mis pequeñas manos, pero no tenía intención de moverme.
La curiosidad le ganaba al frío.
El abuelo me había dicho que le esperase aquí...
Que iba al bosque a por un personaje mágico que solo aparece algunos días antes de la víspera de Navidad.
Y yo, me envolví en la manta de cuadros rojos que me había dado la abuela, y le esperé.
No sé cuánto tiempo pasó, pero no creo que fuesen más de diez minutos.
Y de repente, en la distancia, empecé a ver una pequeña figura.
Y se hizo un poco mayor.
Y un poco más.
Era el abuelo, y llevaba algo en sus brazos.
Me deshice de la manta y corrí a verle.
- Pero abuelo, ¡si es solo un tronco de roble!
- No, solo lo parece... Es el Tió y necesita que lo abrigues y le des de comer para que recupere sus habilidades mágicas.
Me quedé fascinada y seguí las instrucciones del abuelo al pie de la letra.
Lo abrigué con la manta de cuadros rojos que me había dado la abuela...
Le puse un vaso de agua del rio Cardener de las montañas del Solsonès en un recipiente, y en otro, una mandarina sin pelar.
- Déjalo que descanse y se recupere poco a poco, dijo la abuela...
Pero la impaciencia me superaba.
¿Sería capaz de comer este tronco de roble la mandarina que le dejé en el plato?
Abrí la puerta del comedor, miré el suelo frente al Tió, y efectivamente, ¡se lo había comido y bebido todo! ¡Solo me había dejado la piel de la mandarina!
¡Los abuelos tenían razón: el Tío era verdaderamente mágico!
- Me ha dicho que le apetece un yogurt, dijo la abuela.
- ¿Habla contigo, abuela?
- Poquito, es un tronco de pocas palabras, pero está recuperando sus fuerzas para poder fabricar regalos para ti en Noche Buena. ¡Anda, tráele un yogurt!
Le traje el yogurt, dejé que se lo comiese tranquilo, y al regresar, ¡había desaparecido entero!
¿Cómo puede ser?
¿Y si le canto la canción que aprendí en la escuela? ¿Hablará conmigo? ¿Me dará ya mis regalos?
Y cogía un bastón y lo golpeaba suavemente mientras cantaba
“Caga Tió,
d’avellana i de torró,
sino cagues un bon munt!
Garrotades al damunt!
Patim, patam, patum!!!”
Pero no había manera.
El Tió no soltaba nada...
“Es que aún no son las Navidades”, me decían mis padres... ¡Tienes que ser paciente!
Y finalmente, llegaron las Navidades.
¡Estaba nerviosísima!
¡Los villancicos no parecían terminarse nunca!
¡Yo quería ver cómo el Tió “cagaba” mis regalos!
Cantamos la canción por primera vez.
¿Qué es eso?
¡Chocolatinas!
¿Está funcionando?
Volvimos a cantar la canción.
¡Lápices de colores!
Otra vez...
Más chocolatinas y... ¡el bote vacío del yogurt!
Me quedé sin palabras.
El Tió era realmente mágico.
¡Te lo dijimos, Montse! ¡El Tió tiene magia! Me decían mis familiares riendo...
Volvimos a cantar una última vez y empezaron a caer muchísimas monedas del “trasero” del Tió.
- ¡Pero estas no son de chocolate, estas son de verdad!
- ¡Sí! ¿Has visto cuánto te quiere?
Nunca pude olvidar aquellos momentos mágicos cuando conocí el Tió por primera vez.
Desde entonces, nos ha visitado cada Navidad.
Ahora, me fascina observar la reacción de los pequeños al ver cómo el Tió “caga” monedas de oro y otros regalos maravillosos.
Me encanta ver la alegría en sus ojos...
La fascinación que sienten al intentar comprender cómo es posible que un tronco ¡saque regalos de su trasero!
Y como todos, al final, llegan a la misma conclusión a la que yo llegué....
El Tió es realmente mágico.
Así que, si quieres vivir unas Navidades verdaderamente especiales este año, visita nuestra casa rural en Lérida.
Ven a conocer a nuestro Tió, parte de la familia desde hace muchos años.
Regala momentos mágicos a tus seres queridos en un entorno de cuento.
¡Te esperamos en Marcús Casa Rural estas Navidades!
Puedes dirigirte aquí para hacer tu reserva.
11 de diciembre de 2018